El segundo ideal al que nos comprometemos como Águilas Guadalupanas es Compromiso con la familia[1].

Pero para defender a la familia, debemos conocer qué es la familia, y aún más, en estos tiempos modernos, en donde se piensa que el término familia es usado primero y principalmente por la Iglesia católica, lo cual es erróneo. La familia no es un término, sino que es el concepto dado por Dios desde la misma naturaleza de la humanidad.

Por lo tanto, está ontológicamente y cronológicamente antes que cualquier término político o religioso.

Y es más bien la sociedad la que está formada por la familia[2], la cual es su base y su piedra angular. Es a partir de este núcleo que todo lo demás existe: la sociedad, el estado, el país[3].

¿Entonces, por qué existe un sacramento[4] específico para ella?

Porque el sacramento eleva este acto y lo santifica:

“En su modo y estado de vida, los cónyuges cristianos tienen su carisma propio en el Pueblo de Dios” (LG 11). Esta gracia propia del sacramento del Matrimonio está destinada a perfeccionar el amor de los cónyuges, a fortalecer su unidad indisoluble. Por medio de esta gracia “se ayudan mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en la acogida y educación de los hijos” (LG 11; cf LG 41).[5]

El sacramento lo eleva a verlo desde nuestra fe católica en donde Dios nos bendice.

1. ¿A qué se refiere este compromiso con la familia?

Cuando hablamos de familia, nos referimos al núcleo de la sociedad, tal cual Dios la creó. Esa pequeña Iglesia en dónde todos nacimos y que se vuelve la primera célula, no solo de la Iglesia viva, sino también de toda sociedad y de toda nación.

2. La defensa de la familia.

Como Águilas Guadalupanas, no solo creemos en la familia como la institución que Dios ha puesto en la Iglesia católica para el crecimiento de nuestra fe, sino que también, estamos llamados a cuidarla y defenderla. Al hablar de familia, hablamos del núcleo de donde se engendra la vida, por lo mismo, cuidamos y defendemos la vida desde su concepción hasta su muerte natural. No sumamos a una cultura de vida, de unión y de amor.

Además, dentro de la defensa de la familia, está la búsqueda de un noviazgo sano, basado en las normas de la Iglesia Católica[6]. El cual, nos ayuda a ver en el otra o en la otra, al futuro compañero o compañera de por vida y al futuro padre o madre de mis hijos.

3. Los vicios destructores de la familia.

Conscientes de que los vicios destruyen a las personas y a la familia las águilas Guadalupanas hacen un juramento de templanza que veremos en la siguiente plática..

La familia es el ambiente natural para nuestro crecimiento en la fe, en el conocimiento de Dios, por lo mismo, la cuidamos, la protegemos y la amamos como Dios la pensó.

[1] Para profundizar más en el tema de la familia, recomendamos: La persona, el matrimonio y la familia de Gianfranco Amato, https://www.youtube.com/watch?v=mKjYW0og6cU

[2] “La sociedad está conformad por una asociación de familia”. Aristóteles, Política, 1, 1253b.

[3] Cfr. “La familia es con razón llamada la célula fundamental de la sociedad humana. De hecho, estamos acostumbrados a pensar en la familia como el lugar donde vivimos y transmitimos nuestra fe católica, sin poner demasiada atención en cómo ella misma responde a un preciso de salvación en Cristo, que Dios nos ha revelado en la Sagrada Escritura.” Congreso Teológico-pastoral internacional sobre la familia, Valencia, España, viernes, 7 de julio de 2006.

[4] Entendiendo que el matrimonio es el sacramento de la familia, ya que toda familia comienza con la unión del hombre con su mujer: Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne: Génesis. 2:24.

[5] CIC: 1641.

[6] “Cristo es el centro de toda vida cristiana. El vínculo con Él ocupa el primer lugar entre todos los demás vínculos, familiares o sociales (cf Lc 14,26; Mc 10,28-31). Desde los comienzos de la Iglesia ha habido hombres y mujeres que han renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al Cordero dondequiera que vaya (cf Ap 14,4), para ocuparse de las cosas del Señor, para tratar de agradarle (cf 1 Co 7,32), para ir al encuentro del Esposo que viene (cf Mt 25,6). Cristo mismo invitó a algunos a seguirle en este modo de vida del que Él es el modelo:

«Hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda» (Mt 19,12).

La virginidad por el Reino de los cielos es un desarrollo de la gracia bautismal, un signo poderoso de la preeminencia del vínculo con Cristo, de la ardiente espera de su retorno, un signo que recuerda también que el matrimonio es una realidad que manifiesta el carácter pasajero de este mundo (cf Mc 12,25; 1 Co 7,31).

Estas dos realidades, el sacramento del Matrimonio y la virginidad por el Reino de Dios, vienen del Señor mismo. Es Él quien les da sentido y les concede la gracia indispensable para vivirlos conforme a su voluntad (cf Mt 19,3-12). La estima de la virginidad por el Reino (cf LG 42; PC 12; OT 10) y el sentido cristiano del Matrimonio son inseparables y se apoyan mutuamente:

«Denigrar el matrimonio es reducir a la vez la gloria de la virginidad; elogiarlo es realzar a la vez la admiración que corresponde a la virginidad. Pero lo que por comparación con lo peor parece bueno, no es bueno del todo; lo que según el parecer de todos es mejor que todos los bienes, eso sí que es en verdad un bien eminente» (San Juan Crisóstomo, De virginitate, 10,1; cf FC, 16).”Cfr. CIC: 1618-1620